viernes, 23 de octubre de 2009

¡MEJOR, SEDUZCA A OTRA...!

Muy galantes, muy cancheros, ellos van por la vida mirando a todas por igual. El espectro de su gusto es tan amplio como el Estadio Monumental. Rubias, morenas, pelirrojas, a todas dan su amor. Pierden la mirada, el foco, la cabeza... No importa si están casados, si tienen novia o concubina, para este tipo de hombres eso es un "detalle".
En bata con el corazón casi parado en estado de internación, atacan a las enfermeras, a las médicas y hasta a las visitas de una habitación vecina. Deslizan frases románticas, casi cursis con tal de lograr lo que quieren. Lo hacen también en las cenas familiares, en los cumpleaños de quince, en las kermeses. Para ellos no hay límite de lugar, no hay límite de tiempo. En fin, no hay ubicación porque nunca se ubican.
Es desesperante la sensación de estar hablando con alguien que desvía su mirada una y otra vez hacia los vértices del ambiente, en busca de curvas prominentes. Agota, cansa, molesta. Esos hombres que se hacen llamar "galanes", "sex symbols", "playboys", yo los haría llamar "PELOTUDOS". Seres con poca capacidad de gusto, con poca capacidad de saber elegir. El problema es no saber elegir, no poder elegir. ¿Cómo puede ser que les gusten todas? ¿Acaso no hay filtro, colador, espumadera, o algo que haga que su gusto se purifique?
Piropos poco originales, frases hechas, comentarios absurdos. Hablan y hablan y sólo hablan de ellas. Bah, de ellas... de TODAS! Una por su pelo, otra por su cola, otra por sus pechos, otra por sus ojos, otra y otra y otra... En su cabeza siempre retienen y ven lo mismo. Mujeres. mujeres y mujeres...
Ser testigo de una escena donde a un hombre se le van los ojos para todos lados, sólo da vergüenza ajena. Es un mito pensar que por esas conductas, esos hombres se convierten en seductores. Si la seducción seduce, siempre es de una forma más sutil, no tan obvia.
Seduce el encanto, el respeto, la caballerosidad, la ubicación... sobretodo, la ubicación. Miles hay de ellos, de los ubicados pero también hay miles de esos de los que hablo. No es difícil identificarlos, es más que claro porque a veces hasta dan asco.
Grabarlos sería magnífico, que pudieran verse rogar así como muertos de hambre por una migaja de bola, por una sonrisa tímidamente incómoda.
Es su inseguridad la que los pone en ese ridículo papel. Es el no creer en sí mimos lo que los hace tan estúpidos, tan inseguros.
Esos hombres no aprenden nunca y pasan los años, las vidas, los días y siguen igual. Nunca cambian. Esos hombres, nunca cambian.

jueves, 22 de octubre de 2009

NO ROMPAN LAS PELOTAS...


Nunca vamos a entender esa pasión desenfrenada, ese ritual masculino, esas camisetas transpiradas. Es probable que lo aceptemos, pero muy a nuestro pesar. Esos gritos que salen de una garganta desgastada, de un pecho agitado, mucho no se entienden. O por lo menos nosotras no lo entendemos. Nos gusta el juego, el encuentro, el evento pero eso que manejan como propio, siempre será de ustedes. Nunca habrá un lugar para nosotras, no insistan. Te dejan afuera, te subestiman y asumen como lema: "No se habla de fútbol con una mujer".
Lo asumimos, nosotras sí lo asumimos. Asumimos todo. No jugamos como ustedes, no sabemos las reglas como ustedes, ni tampoco miramos un partido como ustedes. La mirada femenina está, y siempre aparece en cuanto hay un intento bien intencionado de incluirnos en algún Superclásico, pero de otra manera. -Qué linda la nueva camiseta!-, puede escucharse ocasional y tímidamente en algún momento. Y el entretiempo para nosotras es como un respiro, un desahogo, una calma, ahí si podemos hablar sin que nos miren con desprecio. Pero asúmanlo, también es raro de este lado escucharlos decir cosas como: "Pateá bobo!", "Por el costado, por el costado...", "Qué perro que sos..." Si se vieran, si se escucharan...
Es también muy difícil entender cómo pueden ver sin que les cause ningún efecto o reacción, como todos transpirados se abrazan efusivamente, se tocan sus partes y se besan picando sus labios como enamorados, mientras festejan efusivamente. Es un festejo, es un rito, es una costumbre.... Está bien! Pero hay que reconocer que no los pone en un lugar demasiado masculino. Sobretodo a aquellos que se los suele ver como opositores a amores ya consolidados entre gente del mismo sexo.
Es un mundo al que no pertenecemos y nunca perteneceremos. Pocas son las que ocupan lugares de protagonismo en esta área. Pero cuando aparece una, desaparece muy rápidamente porque es raro que le den una oportunidad con la misma intensidad que se le da a un par del sexo opuesto. Con nosotras de eso no se discute, no se habla.
Y ahí los vemos con el bolso preparado, los botines listos, la pelota en la mano. Y vuelven con un brazo menos, una pierna que camina al revés, un huevo gigante que sobresale de la cabeza y con los dientes en una bolsita. Y no fue peleando contra un león, ni tratando de salvar a una viejita, ni trepando un árbol para rescatar un gatito desamparado.
El relato desaforado sonando de fondo a los gritos limpios, el bombo generándote una jaqueca de horas, la bandera rozando por tu iris y el sudor del barra brava sellado en tu mejilla, puede ser parte del precio que pagues por intentar entenderlos, por intentar compartir con ellos ese momento. Pero al menos lo intentamos, en algún momento hacemos el esfuerzo. Ponemos energía, garra y tiempo para compartirlo con ustedes. Vaya una a saber por qué...

martes, 20 de octubre de 2009

TU MORAL ES AMORAL


Te venden gato por liebre y lavan su moral con el jabón en polvo más berreta del mercado. Limpian las culpas que no tienen y sus manos siempre están impecables. Las pasan por agua a menudo y dejan que la mugre se vaya con la corriente. Subestiman tu pensamiento y tu razonamiento. Te tratan de boludo, bah. Con tanta liviandad que espanta.
En discursos vacíos borran su memoria y creen infantilmente que también lo hacen con la tuya. Cambian de bandos, de grupos, de equipos, de plataformas. Pisan donde más les conviene cuando les conviene. Cambian sus planteos una y otra vez, y hasta muchas veces se contradicen. Olvidan lo que dijeron antes y olvidarán lo que dirán después. Su palabra no vale aunque griten en altavoz frente a una multitud. Se peinan las peluquitas, se ajustan las corbatitas, se arreglan las camisitas, te hacen una sonrisita y de a poco te quitan tu platita .
Se bandean para un lado y para el otro. Se traicionan, se insultan, se injurian, se acusan. Con la misma desfachatez después te dicen lo que tenés que hacer. Te dicen con qué ley por la vida te tenés que mover.
Primero se quieren, después se odian. Primero se aunan y después se abandonan. De esos, abundan. No le dejan hacer a los que quieren hacer y dejan de hacer porque prefieren deshacer. En la crítica al otro se pierde la propia obra y en ese discurso marketinero se dispersa la mirada de miles de nosotros que esperamos una respuesta más segura, más certera, más decidida. Con la imperfección de los demás amparan su falta de perfección y su falta de acción. En definitiva usan la palabra para confundir y el vacío para herir.
Destruyen y concluyen que mejor es no perder, porque perder no los deja joder.
Y pasa el tiempo. Y el tiempo pasa. Y siguen ahí sentados, molestando, criticando, estorbando. Politicamente se relacionan, se mueven y así perduran. Pero nunca maduran. Pelean como chicos inutilmente y desarman el presente. No piensan en la gente, sólo quieren ser dirigentes.
¿Para qué? Para abusar de todos y de todo. Para tener poder y poder tejer redes perversas y siniestras que amparen y justifiquen sus actos corruptos y sus movimientos en supuestos papeles de defensores de nuestros derechos, de nuestros intereses.
Ellos no tienen la culpa de nada, sus manos lavan cada mañana. Y de esa manera limpian lo que no han hecho cuando lo han podido hacer, cuando han estado en el poder.
Y hoy aparecen ahí, del otro lado, peleando contra los que han querido hacer algo. En voz de mando, en discursos de machos. Tiran y tiran de la cuerda. Te aturden, te marean, te ofenden.
Te involucran con la excusa de que la masa ha perdido el rumbo y te incluyen en su discurso. Ponen palabras en tu boca y generalizan creyendo que uno ha perdido la cordura pensando que ellos pueden ser tu mejor ayuda, tu mejor ocpción.
Me molesta que crean que yo no recuerdo y que pienso como ellos. Me molesta que quieran borrar mi moral con el mismo jabón que lavan la suya.

MUCHA MUCHACHA


Nos llaman el sexo débil pero cuando varias débiles se juntan, la fuerza nos acompaña. Muchos cerebros piensan más que uno y muchas habilidades resultan la fuerza necesaria para lograr un objetivo, "él" objetivo.
No tendremos los músculos de Arnold, ni la velocidad de Forrest, ni el poder de Sansón, pero sí la habilidad de saber combinar con sutileza las variedades de pensamientos. Alguna aportará la estrategia, otra la seducción, otra la experiencia, otra la razón y otra posiblemente aporte la lógica. Y si hay más, la combinación probablemente sea explosiva. La habilidad física a esta altura, es lo de menos.
Siempre la inteligencia opera por sobre un cuerpo entrenado y con resistencia. Y por sobre la fuerza bruta masculina. El poder, siempre está en otro lado.
El aquelarre puede ser espontáneo o planeado. El momento y el lugar, nunca importan. La reunión es la clave. El motivo no es el encuentro. El encuentro termina generando un motivo. Un mismo motivo de lucha, de búsqueda, de triunfo. Lo divertido del encuentro es encontrar un motivo, o sea, un objetivo. Un plan a seguir, un resultado a conseguir. Todo puede convertirse en un posible plan: una conquista, un ascenso, un crecimiento, una venganza, un negocio, una trampa. El ritual, la ceremonia de cómo llegar a ello es absolutamente mágico. Aparece, así de la nada. De repente. Sin aviso. Es como un flash, una visión.
Entre millones de palabras, exclamaciones, onomatopeyas, silencios -aunque pocos- surge la idea, la razón, el motivo del plan. Algo hay que resolver y ponerse en campaña para lograrlo. Varias carteras y especialistas en distintas áreas colaboran en pos de la excelencia. De la perfección.
Es la meta lo que activa las distintas cualidades y las pone en ejercicio. Es ese objeto de deseo lo que se pone en juego. La tormenta de ideas se encausa hacia un mismo lugar, hacia un mismo punto. Y es ese logro grupal lo que le da sabor al éxito. El resultado es de todas y no es de ninguna. Nadie se adjudica la satisfacción como propia, el goce es del equipo. Es el sentido de la unidad en su máxima expresión.
Es ahí donde desaparece el individualismo, el egocentrismo, la propiedad intelectual. El trabajo es de todas y todas tenemos la misma responsabilidad.
Cuando varias mujeres piensan como una sola, en el mejor sentido de la unidad, esa falta de fuerza física no nos desampara, y nos hace imbatibles e indestructibles. Y nada nos detiene. Por eso, cuando veas a muchas mujeres juntas lo aconsejable, es que les temas. Por más fuerza que tengas, por más músculos que poseas.
La unidad hace a la fuerza y las mujeres hacen de sus mentes una destreza. Probablemente te ganen la pelea.

viernes, 9 de octubre de 2009

EMBEBIDOS Y EMBOBADOS


Se ahogan en líquidos de graduaciones intensas y embotan sus cerebros por horas. La adrenalina de perder el control los lleva a cantar cánticos sin parar, hasta llevar el perfecto lenguaje a la deformidad. Destruyen la palabra y la oración con: "vamo a ve...", "vamo a gana...", "lo redó...".
Es la pasión de alabar a la estrella de rock, acompañar al equipo favorito o seguir a una ideología en común. Pero hay un punto en donde el exceso los llama y los atrae hasta perder todo tipo de conciencia. La salida en grupo, la previa al boliche, el festejo aglomerado que desata a todos los sentidos y los mueve en masas. Ese valor que te da el no estar solo y encarar la vida en patota. Correr todos para el mismo lado.
La adolescencia te lleva a eso. Es un momento de tu vida en el que todavía no sabés quién sos, ni qué hacés. Es parte de la experiencia, en "eso" encontrás después de un tiempo, dónde está la diferencia. Aprendés, ves, mirás, compartís, permitís, aceptás, te movés y te dejás llevar. Hasta que te empezás a encontrar. Hasta que tu propio camino se va armando y de a poco te vas alejando de eso.
Esa es una manera de vivir y de aprender a ser vos mismo. Y de aceptar lo que te tocó y desprenderte de lo que no querés que te toque.
Pero cuando ya estás grande, ese estado embobado, ya habla de otra cosa. De una vida llevada más por las narices que por una conciencia propia.
Te puede gustar lo mismo, te puede satisfacer el evento grupal, la salida en patota. Pero en algún momento, eso ya te tiene que quedar lejos.
Hay ciertos tiempos para vivir ciertas cosas de la vida. Eso no puede ser una realidad eterna, interminable. Agota y atonta. No permuta, no madura, perdura. Detiene todo progreso y deja inmóvil un tiempo determinado, como pausado.
Hay un pasado rebelde y un estado de rebeldía. Pero eso en algún momento cambia, porque aburre. Porque destruye.
Lo malo no es vivirlo, lo malo es no saber dejarlo.

CHICAS DE TAPA


Ese decreto de necesidad urgente de algunas mujeres de mostrar cada uno de sus secretos más íntimos, para ser objetos de una exposición casi impúdica. Revelar cada parte con tanto desparpajo que mate cualquier destello de sensualidad y erotismo inteligente.
Ya no hay secretos, ya no hay detalles escondidos.
Salir en la tapa es sinónimo de éxito y mostrar todo es sinónimo de talento. ¿Talento en? En perder la timidez, los complejos, los miedos. Pero hasta ahí llega. Sólo hasta ahí. Son pocas las que salen del lugar común de la frivolidad permanente. Son pocas las que luego de mostrar lo único que deberían ocultar como arma de seducción, sorprenden con algún otro secreto aún más misterioso y relevante.
Qué motiva el deseo de saber qué oculta tras sus ropas una mujer con valores, con sensibilidad, con sentido común, con sabiduría, con alma de madre...
Qué motiva a las editoriales y qué motiva a los hombres para que se develen por ejemplo, los secretos más íntimos de una mujer que tenga como única virtud ser una madre de familia ejemplar. Supongo que nada, por eso mismo es raro ver a una mujer así exponiendo sus partes frente a una cámara y moldeada con magias tecnológicas. La sensualidad o el erotismo combinados con la inteligencia, ¿no son parte también de lo enigmático de una mujer? ¿No es compatible la belleza con la inteligencia? Por qué cada vez que nos detenemos frente a una pose extravagante, incómoda e imposible, vemos el rostro de alguien de quien no esperamos que diga nada inteligente. Que esa imagen, sólo puede llevar un título o un epígrafe tan banal como vacío: "Los elefantes son mi debilidad", "Perdí la virginidad andando en bicicleta", "Nunca pude con un microondas"... Lo trivial vende. ¿Y lo profundo? ¡No!
Hablar de dinosaurios vivos, creer que José Ortega y Gasset son dos personas diferentes, que la capital de Francia es Roma o cantar una canción con un estribillo en el que sólo se repita la palabra "poto", son virtudes para cierta clase de éxito. Para cierta clase de logro. Se entiende que no se las busca para que den clases de literatura, ni física, ni química... Pero: ¿no existen mujeres que contengan estos dos atributos?
Belleza e inteligencia, una combinación que no siempre es imposible... ¿Pero que no interesa?
¿O será que las mujeres inteligentes ocultan su belleza porque saben que tarde o temprano, si se muestran como vinieron al mundo, perderán la inteligencia?

miércoles, 7 de octubre de 2009

DESPECHADAS CON PECHOS


Mujeres celosas, abandonadas o cambiadas por otras como zapatillas viejas. Con los corazones destrozados, encabezan batallas desalmadas contra quienes hicieron de ellas, una vida de pesadilla. Hundidas en el dolor, se enfrentan a sus enemigos como únicas defensoras de sus sentimientos. Se ahogan en lágrimas y encarnan batallas interminables con tintes de odio y gajos de despecho.

Juran contar hasta lo incontable, publicar hasta lo impublicable y muchas veces, hasta quedar en el ridículo público por la causa. ¿Qué causa? La causa de ellas, esa que sólo ellas saben cuál es. Gritan, insultan, culpan, injurian, amenazan, se defienden sin penas ni glorias en fragor de la batalla. Alzan el mástil de la verdad y vomitan secretos inconfesos y detalles que a nadie le importan. Imágenes que nadie quiere reproducir en su cerebro. Imágenes que nadie quiere llevar en su recuerdo.

Detalles de lo privado se tornan públicos, cosas que pasan no en todas las familias, salen a la luz develando oscuridades y perversiones tan privadas como hasta prohibidas.

Ellas demandan, exigen, piden, reclaman, tantas cosas que se pierden en el objetivo. Y uno, pierde el sentido. No se entiende el incentivo.

Las mueve el dolor, las mueve la tristeza, las mueve la venganza.

Las mueve todo aquello que las haya desplazado de ese lugar tan privilegiado que alguna vez han alcanzado.

Algunas perdieron al padre de sus hijos, otras su joven amante perfecto y otras cuantas, hasta han perdido dinero.

Pero lo que realmente las motiva a convertirse en las malvadas de las películas es el despecho. Ese vacío aterrador que las pone a un costado de la vida de sus amados. Esa sensación de saber que ya no jugarán en ese partido, y que ya no serán las privilegiadas de esa situación que las hacía sentirse tan bien paradas.

La sensación de haberlo perdido todo de la noche a la mañana, y de haber salido más que lastimadas por un alma despiadada.

Son mujeres que no enloquecen de repente. Son mujeres que dan pistas, señales, marcan pautas. Si después te hierven el conejo, la culpa es tuya por no haber tenido la sensibilidad de descubrirlas a tiempo.


QUÉ MOMENTO!


Pensaste durante días qué ponerte para llamar la atención y de pronto ahí estaba ella, luciendo exactamente lo mismo que vos. Te encontraste de repente frente a un espejo. Pero con una imagen distorsionada, distinta. No era el mismo peinado, no era tu color de pelo y definitivamente la imagen no era de tu estatura. No eras vos la que llevaba el vestido que habías elegido con tanta minuciosidad. Era otra. Una que seguramente se tomó el mismo tiempo o más que vos para elegirlo. Tanto esfuerzo, tanto trabajo, tanto pensar, para encontrarte con la noche arruinada en sólo segundos.
¿Qué es lo que hace que una mujer pueda soportar cualquier cosa, excepto que otra lleve el mismo vestido en la misma fiesta?
Un tiempo atrás un comercial publicitario utilizaba esta anécdota como para justificar el uso de un famoso digestivo. Prácticamente, acertado.
El encuentro provoca una experiencia abrumadora. A-te-rra-do-ra... Y definitivamente la sensación es de una gran descompostura.
Siendo poseedora de una hermana de casi la misma edad, la experiencia es más que vasta. El mismo vestidito, pero de otro color. El mismo peinado, pero con colitas diferentes. En fin, iguales pero con un "toque" diferente. Una pérdida absoluta de la identidad. Un viaje a la oscuridad.
Una puede soportar en la adolescencia que durante las horas escolares todas las chicas lleven lo mismo, el mismo uniforme y/o guardapolvos, para que no se diferencien unas de otras. Porque es así, porque es un código, porque es la mejor forma de mantener la igualdad, y que nadie se diferencie por cuestiones sociales. Y para que ninguna se destaque por lo que lleva puesto, sino por quién es.
Pero cuando sos grande la cosa ya es distinta. Ya hiciste tu camino, ya formaste tu personalidad y la ropa te identifica, te ilustra.
Acompaña eso que sos, eso en lo que te convertiste. No importa si es de un diseñador de moda o si lo hizo tu hermana que está en primer año de Diseño e indumentaria, que te usa como conejito de indias para su último final.
Lo que llevás siempre dice lo que sos. Hasta el más mínimo detalle habla por tu personalidad. Un accesorio puede a veces hasta convertirse en tu marca, en tu insignia.
Todo lo que llevás siempre es a tu gusto, a tu elección, a tu comodidad.
Pero el vestido ya es una elección mucho pero mucho más compleja. No puede ser cualquiera. Si tenés la suerte de tener un buen tamaño en tus pechos, el escote tiene que ser perfectamente sugerente. Si tenés la maldición de escasear de ellos, debe ser alguno que te ayude a hacerlos más prominentes al impacto y a la vista. Y así también con el largo de la pollera, por las rodillas feas o por las piernas cortas. El vestido es una elección difícil, una elección un poco complicada.
Los grandes eventos de tu vida como los casamientos de otros, los cumpleaños de quince de tus sobrinas, las fiestas de fin de año de la oficina, la inauguración del restaurante chino del barrio, son situaciones para las que una no se prepara así nomás, no es una decisión que se toma deliberadamente, cuarenta minutos antes de la hora señalada. Es desde el mismísimo instante en el que se recibe la invitación. Es ahí cuando empieza un extenso y detallado análisis de todos los datos que nos puedan aportar información sobre la fiesta. Si es de día, si es de noche, si es al aire libre, si te vas a morir de frío, si vas a caminar por una estancia con el barro hasta el cuello, si existe la remota posibilidad que un grupo de inadaptados pueda volcar su bebida sobre todo tu atuendo. Cada dato de ubicación, tiempo y contexto, son como pistas que nos van cerrando el camino hasta encontrar el modelo adecuado.
Y son esas noches en las que por un rato te sentís Cenicienta. De lunes a viernes corrés como loca con el pelo al viento, con lo primero que encontraste y con esos zapatos que de tan cómodos ya caminan solos.
Ya desde la mañana empezás el ritual de la depilación, ese sufrimiento exclusivamente femenino; el baño con aceites naturales para entrar en relax, el maquillaje, el peinado. Te perfumás hasta los lugares más extraños con tu perfume favorito.
Por fin te dedicás un día para convertirte en mujer, para sentirte mujer.
Toda la femeneidad invade ese día. Querés ser reina, estar espléndida, divertida, seductora, querés ser mujer. Conquistar de una forma única, diferente. Con elegancia, con gusto, con glamour. Querés que te vean distinta.
Querés que te vean!
Y te ven, te ven y hablan de vos toda la noche porque sos la anécdota, porque sos la nota de color, el chiste de la fiesta, porque hay otra que lleva lo mismo que vos.
Al final lo que nos saca del pozo, es ese consuelo de tonto que te hace pensar que no sos la única a la que miran. Por suerte, hay otra que se está sintiendo exactamente igual que vos.