martes, 5 de enero de 2010

LA LUNA Y YO


Mientras algunos miraban las montañas, mientras otros miraban el mar, yo miraba la luna. Y le hablaba de frente, en una charla íntima, sagrada, intimidante. No fui compasiva con ella, la miraba fuerte, con ganas, con el deseo profundo de que me escuche, de que me calme. Le hablé sobre mis deseos, sobre los cambios que quería, sobre las cosas nuevas que quería vivir.
Empezaba un nuevo año y ella encima estaba azul, distinta, exótica. No era la misma de siempre, algo nuevo traía, algo nuevo presentía.
Le conté lo que dejé atrás, lo que abandoné y lo que lloré. Y le conté sobre lo que quería cambiar, lo que quería mejorar, sobre cómo me quería reir. Ese mirar hacia adelante que entusiasma, que renueva. Ese deseo tan profundo que hace que las cosas sucedan tarde o temprano.
La miré con cariño, con placer y agradecida de poder disfrutarla, agradecida de que me brindara un poquito de su luz para iluminarme, aunque sea por un ratito. De alguna forma la escuché, de alguna forma la sentí. Si algo me dijo no puedo revelarlo y si algo me mostró no puedo ilustrarlo. Pero si puedo decir que todo sirvió para algo. Puede que haya sido mágico hablar con ella un fin de año, una noche de cambio en el calendario. Puede que el deseo de querer, haya provocado algo nuevo un año nuevo...

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