Si esa máxima funcionara, ya me hubieran convencido.
Subestimar al otro e intentar imponer ideas no es más que otra variante de violencia. -"TENGO RAZÓN, PORQUE LO DIGO YO", -A-ha.
La respuesta -Porque yo lo digo- al -¿Por qué?, sólo se la permití cuando era chica a mis padres. Y en todo caso, también a mis tíos. Pero sólo por respeto y por la diferencia de edad. Hoy, aceptarla de adulta sería de ingenua, inclusive si fuera una respuesta de mis padres.
Si la naturaleza me dio un cerebro, entonces tengo derecho a usarlo. Y por lo tanto, tengo derecho a pensar. Como vos, o distinto. Esa, es una decisión mía.
Lo bueno de los debates y de los intercambios de ideas, es que escuchando al otro uno también aprende. Y hasta también cambia de opinión en ciertos casos. Porque ver las cosas desde otro lugar o desde otra perspectiva, te hace pensar. Y hasta te hace ver que podés estar equivocado. Eso en mi mundo se llama crecer. Pero para eso, es fundamental escuchar al otro. Pero claro, para eso tenés que quedarte callado y plantear tus puntos de vista después, cuando sea tu turno. No sobre lo que piensa el otro a un volúmen más elevado para callarlo. Y para eso, también tenés que ser adulto.
El grito y el insulto como herramientas para ganar una discusión es hacer trampa. Como cuando jugabas al Juego de la Vida. Si en lugar de avanzar seis espacios avanzabas siete sin que el otro se diera cuenta, ganabas. Claro, pero así ganaba cualquiera.
No es lo mismo que aprehenda de tus opiniones a que aprenda de tus opiniones. Porque cuando imponés dejo de escucharte y a la única conclusión que llego es a considerar siempre al silencio como sabio. Porque el silencio siempre dice mucho más que tus gritos.
Las ideas no se imponen, se discuten, se debaten, se hablan. Eso es la comunicación. Un ida y vuelta, un yo pienso y vos también. Un respeto mutuo. Yo no te pienso como tonto y vos tampoco me pensás a mi así. Una charla de adultos, un crecimiento que no se detiene.
Nadie tiene la última palabra y nadie tiene la primera. No es una carrera, no es una competencia. Es un intercambio. Vos me decís lo que pensás y yo te digo lo que pienso, con respeto. Siempre con respeto. Es sano, es lúcido, es creativo. Es un desafío para nuestras mentes. Pero claro, para esto hay que estar abierto a pensar que uno quizá puede estar equivocado. Y que alguien alguna vez, podría hacer que cambies de opinión. Pero porque te hizo pensar, porque te hizo ver las cosas de otra manera, no porque te lo impuso. Porque el otro también tiene razón, aunque no sea igual a tu razón.
Yo no voy a dejar de pensar porque vos me grites. Yo no voy a dejar de razonar porque vos me grites.
Te dejaré ganar dejándote de escuchar. Y recordaré siempre que con vos no se puede jugar.
¿Te parece?
Subestimar al otro e intentar imponer ideas no es más que otra variante de violencia. -"TENGO RAZÓN, PORQUE LO DIGO YO", -A-ha.
La respuesta -Porque yo lo digo- al -¿Por qué?, sólo se la permití cuando era chica a mis padres. Y en todo caso, también a mis tíos. Pero sólo por respeto y por la diferencia de edad. Hoy, aceptarla de adulta sería de ingenua, inclusive si fuera una respuesta de mis padres.
Si la naturaleza me dio un cerebro, entonces tengo derecho a usarlo. Y por lo tanto, tengo derecho a pensar. Como vos, o distinto. Esa, es una decisión mía.
Lo bueno de los debates y de los intercambios de ideas, es que escuchando al otro uno también aprende. Y hasta también cambia de opinión en ciertos casos. Porque ver las cosas desde otro lugar o desde otra perspectiva, te hace pensar. Y hasta te hace ver que podés estar equivocado. Eso en mi mundo se llama crecer. Pero para eso, es fundamental escuchar al otro. Pero claro, para eso tenés que quedarte callado y plantear tus puntos de vista después, cuando sea tu turno. No sobre lo que piensa el otro a un volúmen más elevado para callarlo. Y para eso, también tenés que ser adulto.
El grito y el insulto como herramientas para ganar una discusión es hacer trampa. Como cuando jugabas al Juego de la Vida. Si en lugar de avanzar seis espacios avanzabas siete sin que el otro se diera cuenta, ganabas. Claro, pero así ganaba cualquiera.
No es lo mismo que aprehenda de tus opiniones a que aprenda de tus opiniones. Porque cuando imponés dejo de escucharte y a la única conclusión que llego es a considerar siempre al silencio como sabio. Porque el silencio siempre dice mucho más que tus gritos.
Las ideas no se imponen, se discuten, se debaten, se hablan. Eso es la comunicación. Un ida y vuelta, un yo pienso y vos también. Un respeto mutuo. Yo no te pienso como tonto y vos tampoco me pensás a mi así. Una charla de adultos, un crecimiento que no se detiene.
Nadie tiene la última palabra y nadie tiene la primera. No es una carrera, no es una competencia. Es un intercambio. Vos me decís lo que pensás y yo te digo lo que pienso, con respeto. Siempre con respeto. Es sano, es lúcido, es creativo. Es un desafío para nuestras mentes. Pero claro, para esto hay que estar abierto a pensar que uno quizá puede estar equivocado. Y que alguien alguna vez, podría hacer que cambies de opinión. Pero porque te hizo pensar, porque te hizo ver las cosas de otra manera, no porque te lo impuso. Porque el otro también tiene razón, aunque no sea igual a tu razón.
Yo no voy a dejar de pensar porque vos me grites. Yo no voy a dejar de razonar porque vos me grites.
Te dejaré ganar dejándote de escuchar. Y recordaré siempre que con vos no se puede jugar.
¿Te parece?